Elites y deferencia

Teresa Barro

Las elites manejaron el mundo a su antojo y en su provecho, no sólo porque tenían poder y riqueza para hacerlo, sino porque los de ¨abajo¨ siempre sintieron deferencia hacia los de ¨arriba¨, los consideraron superiores y soñaron con ser como ellos. El modo en que se manejaron las religiones ayudó a insertar la sumisión y adoración al superior en la sociedad humana.  Las elites estuvieron siempre divinizadas e idolatradas, y eso hizo que no perdiesen nunca el poder y se lo repartiesen entre ellas.

En este momento se ve con claridad que la política, la religión, la cultura, la enseñanza y la economía y el bienestar general de las naciones están en manos de las elites, y que esas elites lo que quieren es que haya pobreza, desesperación y falta de oportunidades para que todo tenga que depender de ellas. Se supone que el capitalismo crea riqueza, pero en el manejo de la economía de estas últimas décadas  no hubo el mínimo intento de crear prosperidad, sino de acabar con la poca que había para que las elites pudiesen dominarlo todo sin que nadie se opusiera. Hubo muy pocos emprendedores, aunque en teoría eso sería lo que tendría que fomentar el capitalismo: lo que hubo fueron especuladores y jugadores con el dinero de los demás, dedicados a embolsarse ellos y embolsar para sus amos enormes sumas de dinero que ninguno merecía.

 Pero lo que sostuvo en gran parte ese sistema fue la deferencia al ¨superior¨ que se consiguió con una propaganda encaminada a hacer ver que los que ganaban enormes salarios los merecían porque sin ellos la economía se hundiría, cuando fueron ellos los que la hundieron.  Si se despidiese a todos los que reciben esos salarios, en vez de despedir a los que trabajan de verdad, se descubriría que las cosas funcionarían mejor. Fue todo teatro de las elites para darse importancia y despertar deferencia en los ¨inferiores¨.

Las elites organizarán siempre mal la sociedad porque no quieren que funcione bien para todos, sino sólo para ellas. Quieren que haya que pasar hambre y frío, que haya sobrante de población y que no haya trabajo ni buena enseñanza y cultura para seguir imponiéndose y actuando en provecho propio, y que todo el mundo tenga miedo y se comporte con deferencia hacia ellas. Por eso habría que salirse del sistema que las favorece y partir de unos principios básicos que reconozcan el derecho indiscutible de cada persona que venga al mundo a cubrir las necesidades básicas del cuerpo y del espíritu.


Diciembre de 2013

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